Con la finalidad de conocer la percepción de algunos estudiantes, sobre su proceso formativo durante el ciclo escolar 2020-2021 y particularmente sobre su experiencia de aprendizaje a distancia durante la pandemia, me dí a la tarea de realizar una entrevista a 4 alumnos de 3° grado de la Licenciatura en Derecho de la UMNSH.
A raíz de la pandemia, de la noche a la mañana, las clases impartidas en una típica aula -con elementos físicos y un profesor frente a un grupo- se transformaron radicalmente a clases digitales, con uso de tecnología, internet, comunicación en línea y plataformas educativas; no ha sido fácil pasar tanto tiempo frente a la máquina, menos para los jóvenes que se divertían en la pantalla y que ahora deben hacer cosas a las que no estaban acostumbrados, como ser autónomos, crear, investigar y adquirir sus propias experiencias cognitivas.
A partir de la
declaración de emergencia sanitaria, la educación superior debió reorganizarse
rápidamente, migrando los procesos de enseñanza y de aprendizaje a la
virtualidad. Aunque ésta es cada vez más utilizada, aún existen elementos que
impiden que funcione exitosamente en todos los contextos; entre las principales
dificultades, se distinguen la accesibilidad y la cultura de uso (Arteaga, Enríquez y Chuquimia,2015); si
bien la pandemia derribó forzosamente los muros culturales, hay que tener
presente que la virtualidad como nuevo paradigma puede implicar una nueva forma
de exclusión, la cual hay que problematizar.
La virtualidad fue
vivenciada, tanto por docentes como por estudiantes, como un desafío que
flexibiliza los procesos de enseñanza y aprendizaje, pero con inseguridad y
estrés. Esto está vinculado, para los docentes, con un desconocimiento de
estrategias didácticas adecuadas y para los estudiantes con la incertidumbre
por no conocer el encuadre de la experiencia.
Sin duda, conocer la percepción de los alumnos sobre cómo han experimentado el aprendizaje virtual, permite por un lado, crear una atmósfera de comunicación entre los participantes del grupo (docente-alumnos), crear empatía y sensibilizarnos ante sus necesidades y demandas, diagnosticar, analizar y corregir deficiencias en el proceso formativo, a la vez que sirve como retroalimentación del desempeño de los docentes, ya que a partir de esto se podrá mejorar la práctica educativa, buscando consolidar el aprendizaje integral de los estudiantes.